POR ROSMARIE PÉREZ

Todo aquel que ha visto vasijas de barro entiende que para elaborarlas se necesita todo un proceso, lo inicial en esta elaboración es buscar en las minas el barro y después limpiarlo para quitarle todas las hierbas y piedras que tenga, para que el barro sea moldeable.

Luego se pasa por molinos añadiéndole agua dependiendo del tamaño de la pieza que se quiere elaborar, para luego amasarla sacándole cualquier burbuja de aire para pasarla a la rueda e ir dandole la forma que se quiere, hasta llevarla finalmente al horno y el fuego se encargará de darle la resistencia que debe tener.

En grandes rasgos es más o menos este proceso, así mismo somos nosotros en las manos de Dios, Él nos creó del barro y sopló aliento de vida sobre nosotros, génesis 2:7, nos creó con sus manos a imagen y semejanza de Él y en ese soplo de vida nos impregnó parte de su esencia, que está en toda criatura quiera reconocerlo o no, esa parte depende de usted mi amigo lector para aceptarlo o no.

En el libro de Jeremías 18:4-6 podemos leer como el Espíritu de Dios llevó al profeta a la casa de un alfarero, para mostrarle como el alfarero hacia su vasija y se le dañaba en sus manos, diciéndole, así son mi pueblo en mis manos, acaso no los podré deshacer y hacer de nuevo? Claro que si, que Él puede deshacernos y hacernos de nuevo.

Puede hasta rompernos en pedazos cuando ve que los caminos y las decisiones que hemos elegido pueden destruirnos, es como explicamos al iniciar este escrito, el barro tiene que limpiarse de suciedad, de corrosión, de todo aquello que le impide ser moldeable y recibir la forma que el artista quiere darle, en el proceso recibe la suficiente agua para hacerla del tamaño que se quiere, entre más agua más grande es la pieza, para de último llevarla a ese horno,  para que mantenga esa resistencia y pueda aguantar los movimientos sin romperse.

Así mismo somos nosotros, somos ese barro que debe limpiarse de actitudes, maneras de hablar, de pensar, de actuar que nos están destruyendo, de pecados que si seguimos practicándolos nos van a llevar a la perdición, a la destrucción, no solo de nosotros mismos, sino también, de nuestros hogares y familias.

Pero así como el barro necesita esa agua para dejarse moldear, así mismo necesitamos nosotros llenarnos del Espíritu Santo, para que de nuestro interior corran ríos de agua viva que nos permitan dejarnos moldear por las manos de nuestro creador, dejarnos dar la forma que necesitamos, quebrantarnos, rompernos y hacernos de nuevo.

Esa formación en las manos de Dios, nos quitará esa mentalidad de que no tenemos valor, que no servimos, que no valemos nada, porque debemos entender en estos procesos que somos un tesoro para Dios, tanto así que dio a su único hijo para que nosotros fuéramos salvos a través de Él.

Para finalizar el proceso, debemos estar un tiempo en el horno de la prueba, en ese examen que debemos pasar para ser aprobados por Dios, en las escrituras hablan en el libro de Daniel de Sadrac, Mesac y Abed-Nego, Daniel 3:16-30.

Ellos fueron entrados en el hornos de fuego porque no querían corromperse con las tradiciones de Babilonia, lo interesante fue que el rey Nabucodonosor vio cuatros hombres dentro del horno y no solo los tres que habían entrado, ahí estaba Jesús en el viejo testamento, eso significa que Él no nos dejará solo en los procesos, Él estará ahí para sostenernos, para darnos fuerzas, en este horno lo único que se quemó en estos hombres fueron sus ligaduras.

Para eso es el horno, para quemar esas ataduras ó ligaduras, las cuales no nos permiten ser libres, nos nos permiten avanzar y aceptar a Jesús en el corazón como nuestro Señor y Salvador, y convertirnos en ese hijo e hija de Dios con la mente transformada por Cristo.

El horno nos dará resistencia, resilencia, nos dará fortaleza y nos convertirá en más que vencedores, al finalizar ese tiempo nos iremos dando cuenta que aquello que tenía la capacidad de destruirnos antes, de quitarnos las ganas de vivir ya no nos lo quita, nos hemos hechos fuertes, resistentes, que eso que nos deprimía y nos hacía llorar ya no tiene el poder para hacerlo más.

Es doloroso ?, claro que duele, nos sentiremos morir, claro que si, pero no te rindas, no te sueltes de las manos de Dios, búscalo, llámalo, habla con Él, Jesús entiende como te sientes, Él también fue quebrado, roto en el proceso, rechazado, azotado pero Él hizo silencio, lo hizo por ti y por mí para que nos reconciliáramos con Dios a través de Él.

Dejemos que Dios nos forme, no vivamos cuestionando todo y revelándonos por todo contra Él, cuando la mayoría de cosas que vivimos es el resultado de nuestras malas decisiones, reconozcamos nuestras debilidades, nuestros pecados, que Él nos perdonará cuando nos arrepentimos de corazón.

Todos tendremos que pasar por esa limpieza, por esa formación y ese tiempo en el horno, el tiempo que duremos, eso lo determinamos nosotros, en nuestra capacidad de rendirnos a Él.

Si no has recibido a Jesús en tú corazón ó lo recibiste y te apartaste de sus caminos, acompáñame hacer esta oración ;

Padre, reconozco que Jesús murió en la cruz por mi, reconozco que resucito ente los muertos, y hoy decido recibirlo en mi corazón como mi Señor y Salvador, te pido que perdones mis pecados, que me ayudes a cambiar, entra en mi corazón y quita todo lo que no te agrada aunque me duela y quédate conmigo todos los días de mi vida, te lo pido en el nombre de Jesús, amén.

Padre, oro por estas vidas, cúbrelos con la Sangre de Jesús, rompe toda maldición y pecado en su vida, guárdalos del maligno y escucha su clamor, obra en sus corazones y en sus vida, sana sus heridas, regálale el don de perdonar, ayúdalos a soltar y dejar ir el pasado, y obra en cada situación que están enfrentado en el nombre de Jesús, amén.

Bendiciones

Jeremías 18:4-6

Reina-Valera 1960

4 Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.

5 Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo:6 ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel.