Patricia Arache
@patriciarache
El país está en uno de sus mejores momentos a la vista de distintos sectores nacionales e internacionales. Fue en enero del pasado año 2022, cuando el propio presidente de la República, Luis Rodolfo Abinader, proclamó en Madrid, España, que “
“República Dominicana está de moda”. Desde entonces, funcionarios y empresarios de distintos ámbitos lo dicen y lo repiten una y otra vez.
Es verdad.
Es una realidad que se manifiesta en todos los espacios en los que la nación ha tenido participación y en el comportamiento de indicadores esenciales para la economía como el de las inversiones, el turismo, las remesas, las construcciones, las comunicaciones, la producción alimentaria, los servicios y otros.
La presencia en este año 2023 de República Dominicana en el mercado europeo, en la Feria Internacional de Turismo (FITUR), escenario tradicional y estratégico para las oportunidades de visibilizar, promover y vender los principales destinos turísticos de las naciones, es el ejemplo más palpable del impacto, la curiosidad y la simpatía que genera este país caribeño a los ojos del mundo.
No es para menos.
Es un país en el que la economía, por muchos remeneones y crisis internacionales sociales, políticas, económicas y sanitarias que han sacudido y siguen sacudiendo al mundo, está de pie, y cuyo presidente constitucional, Abinader, se observa lleno de optimismo y entusiasmo de alcanzar buenos resultados en su primera gestión (2020-2024).
A juzgar por la valoración que le reconocen analistas sociales y unos que otros políticos de la oposición, que ya hablan de la necesidad de unidad de sus estructuras partidarias, para evitar la reelección en el 2024, el mandatario disfruta de una popularidad y una aceptación importante.
Pocos dudan que el presidente Abinader será nuevamente el candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno (PRM), del que, en este momento, es su mejor activo.
El panorama no parece que le pueda resultar adverso a su reelección para el período 2024-2028.
Empero, hay cosas esenciales de sus políticas públicas y de las líneas operativas y estratégicas del Estado que siguen siendo tareas pendientes de resolver y que deben ser corregidas, sin que ello signifique, que el problema haya sido creado en su gestión gubernamental.
Un tema pendiente, ardiente y vital es el del Ministerio de Educación y su ejecución presupuestaria que, a partir del año 2013, con la asignación del 4% del Producto Interno Bruto (PIB), ha manejado un monto superior a los 135 mil millones de pesos adicionales, que, al parecer, solo han servido para engrosar bolsillos de particulares, en detrimento de la calidad y el adecuado funcionamiento del sistema educativo nacional.
Estudios presentados por aliados estratégicos de ese sector, como la Acción Empresarial por la Educación (EDUCA), establecen que, de ese elevado monto presupuestario, el 76.27 % ha sido destinado al gasto directo en personal y una proporción muy baja a la búsqueda de la necesaria calidad educativa. ¡Así no se puede!
El propio ministro de Educación, Ángel Hernández, quien fue designado en agosto del pasado año por el presidente Abinader mediante el decreto 414-22, no ha cesado, desde entonces, de advertir que, a pesar del 4% del PIB, ese sector está en crisis y que los recursos “han ido a parar al zafacón”. ¡Triste realidad!
Quiénes y cómo podrán explicarle a la sociedad que, a casi diez años de esa conquista el sector educativo del país está en igual o peores condiciones que cuando su presupuesto fue de 51 mil setenta y siete millones 737 mil 872 pesos en el año 2012, o sea, casi cinco veces menos que el registrado en el recién pasado 2022, que fue de RD$231,147.7 millones. Nadie lo hará, lo sabemos.
Más de 700 escuelas en construcción, abandonadas sin que a nadie le doliera hasta ahora; otras tantas sin instalaciones sanitarias, sin agua potable, sin electricidad… ¡Pero, por Dios!
Es tiempo de enderezar entuertos y, aunque no es una tarea fácil, como no lo es la dirección del poder político de un país con largas deudas sociales acumuladas y múltiples decepciones cosechadas, hay que asumirla, más que nunca, ahora y pronto, para que República Dominicana pueda darse el lujo de seguir estando “de moda”.