Por: Emiliano Reyes Espejo
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Cuando el intrépido Comandante de Abril, coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, desembarcó el 3 de febrero de 1973 por Playa Caracoles un “foco guerrillero” le esperó en las abruptas montañas de San José de Ocoa.
La falange guerrillera estuvo integrada mayormente por campesinos de Ocoa y de otras comunidades, sus integrantes tenían armas ligeras y habían recibido un entrenamiento mínimo para el combate. Éstos esperaron en las montañas hasta un último momento, pero nunca hicieron contacto con la égida del líder guerrillero.
A falta de contacto y de información, los dos grupos armados nunca se encontraron y avanzaron por los montes en vías contrarias.
Caamaño y su grupo fue abatido apenas 13 días de ingresar al país por Playa Caracoles. Nos remontamos a hace 46 años. El trágico acontecimiento histórico sigue, no obstante, latente en la mente popular. “Francisco Alberto caraaamba…”
Cuando el guerrillero urbano, doctor Plinio Matos Moquete, máximo dirigente del Movimiento Liberador 12 de Enero nos narró este hecho, todavía poco conocido y nunca publicitado, apenas lo asimilamos. Matos Moquete operó su organización de izquierda en la clandestinidad, en la época de los gobiernos del extinto presidente Joaquín Balaguer, llegando a ser “uno de los hombres más buscados en la historia contemporánea dominicana”.
Siempre se ha dicho que a Caamaño lo dejaron solo, que no encontró apoyo a su llegada a Caracoles acompañado de una hueste de valientes, de aguerridos y leales compañeros de armas: Ramón Euclides Holguín (Braulio) Hamlet Herman Pérez (Freddy) Mario Nelson Galán Durán (Juan) Claudio Caamaño Grullón (Sergio) Juan Ramón Payero (Ismael) y Tomás Peña Jáquez (Felipe).
Avanzaba la tarde después del noticiario del mediodía de Radio Mil Informando, donde laboraba como reportero, el director de Prensa, don Víctor Melo Báez, me llamó a su oficina y me comunicó que tendría que ir la madrugada del día siguiente a San José de Ocoa donde cubriría las incidencias de un acto en honor a Caamaño.
En la mañana que se había fijado, pasó un colega periodista a buscarme. Él era el contacto entre el Movimiento Liberador 12 de Enero y la dirección de Prensa de Radio Mil. Se me escogió, supe después, porque yo era oriundo de Tamayo de donde también es Matos Moquete, quien realizaría un reconocimiento al coronel Caamaño, en el lugar donde había caído en el enfrentamiento con tropas militares.
El punto de encuentro era el parque Juan Pablo Duarte o parque central de Azua. Eran casi las seis de la mañana y ya el doctor Matos Moquete nos esperaba en el lugar. Desde allí partiríamos hacia las montañas de Ocoa.
Pero no bien habíamos llegado y un fuerte contingente militar acordonó el parque y tendió un estrecho cerco a los que allí estábamos. Nos pusimos nerviosos, no sabíamos qué ocurría. El cerco era cada vez más visible, más estrecho y se percibía un inminente ataque y apresamiento del grupo, pero en especial del dirigente de izquierda.
Matos Moquete se mantuvo imperturbable. –“Tranquilos, tranquilos, no va a pasar nada”. Él no veía razones para la presencia militar.
La mente se nos disparó, esperábamos que algo ocurriera, lo menos era que todos cayéramos presos. Llamamos a la redacción de la emisora y realizamos un reporte “desde el lugar de los hechos”. Informamos sobre lo que ocurría y nos aventurábamos a adelantar que, al parecer el interés de las tropas era apresar a Matos Moquete.
Pero nada de eso ocurrió. Los militares se limitaron a impedir que la caravana con Plinio a la cabeza siguiera avanzando hacia las montañas, al lugar donde se le realizaría el homenaje póstumo al Héroe de Abril.
La revelación
En el ínterin y en medio de la tensa calma, Matos Moquete nos narró, como parte de sus declaraciones para la prensa, cómo él junto a un grupo de campesinos se internó en la montaña de Ocoa a la espera de la llegada por esa zona del coronel Caamaño.
Aquella revelación nos dejó sin habla. Eso no se había dicho antes, que Caamaño vendría por las montañas porque, aunque era un rumor que estaba supuesto a entrar desde Cuba, donde se suponía residía (“El hombre viene…” como decía un popular anuncio de la época) no se sabía, sin embargo, cuándo ni por dónde llegaría al país.
-“Recibimos la noticia de la presencia de Caamaño, estando nosotros al frente de un foco guerrillero en las montañas Ocoa”, expresó Matos Moquete. Algunas acciones de inteligencia interna de su agrupación le avanzaron que eso ocurriría por ahí y, como una manera de que cuando eso ocurra ellos estar presentes, su grupo se instaló en esas montañas para esperarlo.
-“Calculamos entonces que Caamaño y sus compañeros avanzarían por determinadas zonas, según la experiencia de los campesinos que integraban el grupo y que conocían las montañas”, apuntó Matos Moquete, y agregó:
–“Pero al no encontrarnos con los guerrilleros de Caamaño, la plana mayor del grupo decidió enviar a la ciudad de Ocoa a algunos de sus más experimentados hombres para que investigaran sobre lo que estaba ocurriendo en el pueblo respecto a la llegada de Caamaño”, relató el dirigente de izquierda.
Cuando regresaron informaron que el pueblo de San José de Ocoa estaba ocupado por el Ejército y que habían trasladado allí armamentos pesados, tanquetas y otras armas, además de numerosas de tropas.
-“Se planteó la disyuntiva en el grupo de entablar combate contra las tropas del ejército y alertar a la población sobre la presencia de otro foco guerrillero o abandonar las montañas”, narró éste mientras nos ofrecía declaraciones en un banco del parque de Azua, atisbado por los efectivos militares y policiales que observaban desde la periferia.
“Teníamos que decidir”, apuntó. El planteamiento del tema provocó una enconada discusión entre los integrantes del foco guerrillero, llegando algunos incluso a blandir sus armas.
-“Nosotros subimos a estas montañas fue a pelear. No podemos ahora andarnos con pendejadas”, expresaron enfáticos y embravecidos algunos de los campesinos presentes. En medio de un ambiente caldeado, se apeló a la disciplina revolucionaria para dirimir las diferencias y Matos Moquete, como máximo líder del grupo, propuso que se decidiera por votación.
Un razonamiento lógico que al parecer hizo Plinio, y que fue avalado por los campesinos que bajaron a la ciudad a ver cómo estaban las cosas, era que las tropas del gobierno eran numerosas y tenían mayor capacidad de fuego que el pequeño grupo guerrillero que deambulaba por esas montañas de Dios, deseosos de encontrarse con Caamaño para unirse a sus huestes de combatientes.
Bajó de montañas vestido de “carbonero”
Acordaron entonces abandonar la zona. Pero, ¿cómo hacerlo? Ahí se presentó el tranque.
Al final decidieron, según nos relató Matos Moquete, que había que dejar las armas y bajar de la montaña de manera individual simulando ser productores agrícolas.
Los campesinos consiguieron bajar a Plinio disfrazado de “carbonero”. Todo harapiento y pintado de negro, éste fingió ser un ayudante de un camión que bajaba cargado de sacos de carbón de leña para la venta en Santo Domingo, capital dominicana.
Logró evadir todos los retenes, los innumerables chequeos colocados por las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional en todas los cruces de carreteras del Sur, que como “tenazas vivientes” estaban listas para agarrar, en trampas humanas, a posibles integrantes de la guerrilla del Comandante de Siempre, Francisco Alberto Caamaño Deñó.
El dirigente del Movimiento Liberador 12 de Enero, nombre que puso Matos Moquete a su grupo a raíz de la muerte de Los Palmeros en la autopista de Las Américas, llegó sano y salvo a la capital. Había evadido una vez más la persecución montada por el régimen en su contra. Él está ahí y ojalá se anime a escribir la historia de su vida clandestina y cómo evadió las persecuciones en aquella época aciaga para la juventud dominicana.
La revista Ahora llegó a publicar en noviembre de 1973 que las autoridades ofrecían RD$20,000.00 a quien diera alguna pista que condujera a la captura de Matos Moquete.
*El autor es periodista.