martes, noviembre 26, 2024
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Las “multas fantasmas” y la ley del tránsito en sus siete laberintos

Por: Emiliano Reyes Espejo

ere.prensa@gmail.com

No existe mafia ni hay penetración de hackers en ninguna plataforma. Pero las “multas fantasmas” como las ha bautizado la opinión pública, existen, están ahí, son una realidad.

Lo que hay es una ley de movilidad pública que “zigzaguea” en sus propios laberintos.

¿Y entonces?

Primer laberinto: La Digesett “no maneja Sistema (plataforma) de multas”. A la pobre DIGESETT es que han caído “todos los palitos” de este entuerto de las multas fantasmas. Eso ocurre pese a que este organismo apenas sirve de “intermediario” en la colocación de infracciones y su puesta en la plataforma digital. Nada más.

-“La DIGESETT no se beneficia de los resultados fiscales de la nueva ley de movilidad vial”, me explicó un funcionario de la institución. -“El artículo 298 de la Ley 63-17 que establece la disposición de los recursos (75% para la Procuraduría General de la República y 25% para el INTRANT) dispone en su párrafo único lo siguiente: El sistema funcional de las multas provenientes de las actas de infracciones será de exclusiva competencia del Ministerio Público”.

“Como puedes observar, la DIGESETT no maneja ese sistema o plataforma. Ese sistema está bajo la dirección de la Procuraduría General de la República desde agosto del 2017”, acotó.

Segundo laberinto: Las multas que la gente no reconocen “son en un 98% viejas, es decir, entre el 2006 y el 2016”. Estamos, por tanto, frente a un hecho preocupante, nuestras autoridades no habían sido capaces de cobrar tributos de ciudadanos infractores en diez años. Y ahora hay que hacerlo de “un solo tirón”. -“Vamos a aprovechar ahora el cambio de marbetes para obligar a que nos paguen”, diría un genio de la administración pública.

En tanto eso ocurre, hemos perdido el placer de conducir por nuestras carreteras, calles y avenidas. Conducimos temerosos de que un desaforado que ha acumulado más de “cien infracciones a la ley de tránsito” nos arrolle y nos mande al más allá. Sé de gente que siente temor de salir a las calles “a dar una vuelta” en vehículos que le han costado una fortuna y desean disfrutar del mismo al conducirlo. Sé de otros que “se persignan” y “encomiendan a Dios” cuando van a tomar el volante para ir a sus trabajos o dar un paseo con la familia.

-“Que Dios te proteja en esas calles”-le dicen a la salida de los hogares.

Y es que uno está expuesto a que un conductor de patanas, de carro o de una guagua del concho te frene “casi encima de ti” para demostrar que las calles son de ellos, poniendo tu vida en peligro. También, prepotentes conductores de autos de altos cilindrajes que andan llevándose a quien sea por delante. Sabrá Dios qué sustancia tienen unos y otros en la cabeza porque, si nos guiamos por la forma de conducir, no parecen que estén, o sean conductores normales.

Laberinto tres: Las multas que están apareciendo son viejas. Y hay casos, según me confirmaron, de conductores que realmente han acumulado más de 100 multas. ¡Oh Dios! ¿Dónde estaban nuestras autoridades? La solución que ha buscado la Procuraduría General de la República es enviar a estos infractores a tribunales de tránsito donde se la reducen a la mitad o a menos. Pero eso tiene un problema, se presta a la “negociación” y deja en las calles a virtuales “cegadores de vidas inocentes”.

La Dirección de Impuestos Internos (DGII) la Procuraduría General de la República (PGR) y la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett) pospusieron la aplicación del cobro de multas como obligación para obtener el marbete o Impuesto de Circulación Vehicular. Una atinada y salomónica salida como antecedente de la solución definitiva del problema.

Laberinto cuatro: Tenemos que aplicar normas similares a la de los Estados Unidos. Después de equis cantidad de infracciones, a usted se le suspende la licencia de por vida, se le saca de las vías, ya que se ha constituido en “un criminal en potencia”. Existe la ley de movilidad pública, pero aún no comienza a ser aplicada en su justa dimensión en el país. Los reglamentos que aterrizarían este texto legal están en vías de elaboración, pero parece que no saldrán nunca. Mientras tanto, los “choferes del concho” y demás desaprensivos, están “muertos de la risa”, en razón de que todavía tienen chances de pavonearse en el caos del transporte público.

Laberinto cinco: Aquí se detiene el tránsito para dar paso a vehículos de altos funcionarios públicos. Una expresión del tercer mundo. Pude vivir una interesante experiencia en Washington, capital de Estados Unidos, cuando observé detenido en un semáforo en rojo, el séquito de vehículos del vicepresidente de esa nación: tres yipetas negras, idénticas. Pregunté qué quiénes eran los que iban en esos vehículos a mi colega ido a destiempo Leo Hernández, quien me había invitado a realizar un curso en la Universidad de Washington.

-“Ahí va el vicepresidente de Estados Unidos, mira cómo se detiene en el semáforo en rojo, no es como allá”, me dijo.

En esa oportunidad me enteré que días antes una parte importante del equipo económico del presidente Leonel Fernández había sido retenido por la policía, ya según me explicaron, uno de ellos se equivocó y condujo de manera errática, en vía contraria un vehículo, en un pequeño tramo de una de las calles de esta ciudad. Hubo que activar la gestión diplomática para que éstos fueran liberados. Eran los tiempos en que Estados Unidos arreció la lucha contra el terrorismo por el fatídico y lamentable atentado contra las torres gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre del 2001.

-“Esa detención se produjo en medio de un aparataje”,-me relataron. Un “taxista” fue el primero que se atravesó a los dominicanos. De inmediato, un hombre fornido, en pantalón corto que supuestamente se ejercitaba, sacó un arma y apuntó al vehículo. A poco rato varios vehículos oficiales se presentaron y retuvieron a los funcionarios dominicanos. Leo me había señalado que Washington es la ciudad más vigilada del mundo. Y colorín colorado, esta historia es dicha como me la contaron, deduzcan ustedes ahora el celo con que se maneja el tránsito en esas grandes urbes y que son de las cosas que debemos copiar.

Laberinto seis: “La nueva Ley 63-17 de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial en República Dominicana constituye un paso agigantado para la organización de las calles de nuestro país”, registra Google. Tiene ya dos años que entró en vigencia. Los ciudadanos nos frotamos las manos llenos de alegría, pensamos que con esta ley por fin se resolvería el caos en las vías públicas. El Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT) sería el organismo llamado a enfrentar la situación. Pero nada, los choferes del concho y patanas siguen haciendo de las suyas y nadie pone “la tapa al pomo”. De ahí el mutis de los “gremios” de choferes porque, de hecho, siguen por sus cuentas.

Laberinto siete: Existe en la Cámara de Diputados un proyecto de ley de “amnistía fiscal” que eliminaría el pago de las infracciones de tránsito viejas para arrancar con las nuevas. Sería la alternativa, a menos que la Procuraduría y el INTRANT tengan otras salidas.

Urge dar una solución al “cuello de botella” que persiste en el tránsito. La correcta decisión de la DGII, la Procuraduría y Digesett de flexibilizar las condiciones para obtener el marbete o derecho para el tránsito vehicular es alentadora, pero solo si es para iniciar de una vez y por todas, la eliminación de los laberintos. Con esto solo se pospuso el problema, pero el mal persiste. ¿Hasta cuándo?

*El autor es periodista.

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