Por: Pedro Corporán

Verdad solar es que, si aceptamos la concepción metafísica de la reencarnación espiritual de los hombres, serían Mahatma Gandhi y Martin Luther King, dos de las almas que posaban en la conciencia existencial del Profesor Juan Bosch y Gaviño, tres dioses de la lucha por la libertad sin violencia, una de las dos clases de humanistas que conoce el mundo, aquellos que solo aceptan abonar la lucha con sudor y lágrimas. Esta estirpe de hombres, generalmente derriban los sistemas después de la muerte, anhelo que el “boschismo” no ha podido cristalizar en la República Dominicana, por la renegación de sus más encumbrados discípulos.

La otra estirpe de humanistas, es la que acepta que la historia le entregue la espada y el uniforme de soldado, para la imposición del bien, germinado con la sangre de los mortales si fuere inminente, como el caso del gran humanista norteamericano Abraham Lincoln que tuvo que liderar la fratricida Guerra de Secesión, para emancipar a los negros esclavos a partir del primero de enero de 1863

Comprendió Bosch con visión celestial, con la cultura enciclopédica que aquilató, abrevando en los grandes acervos de forma autodidactica, que la panacea que eleva a los seres humanos en sentido universal es su instrucción, conocimientos, cultura, educación.

Fue tan y tan alta la concepción cultural y educativa de Juan Bosch, que hasta en los momentos más álgidos de la atribulada historia política nacional de la década del año 1963, en medio del eco de los tambores de conspiración contra su gobierno, continuaba desarrollando su estrategia cumbre, elevar los niveles educativos y culturales del pueblo dominicano, consciente de que la verdadera esclavitud es la ignorancia, el atraso es la falta de conocimientos, la libertad es forjar una conciencia existencial moral y sabia, lo más universalista que permitan las facultades humanas, como virtuoso conocedor del pensamiento doctrinal bíblico, representado en las frases del versículo de Oseas 4/6: “Mi pueblo perece por falta de conocimientos”.

Desde tiempos remotos se ha debatido profusamente sobre lo que es un intelectual y Juan Bosch es un ejemplo modélico para alcanzar esta categoría que se vuelve faro de luz de la conciencia de sus contemporáneos y las futuras generaciones. Solo pensamientos de esencias altruistas, en mi humilde convicción, otorgan la corona de intelectual a los seres humanos.

Considero como un mortal con intelecto, solo a los hombres con genio creativo, analítico e interpretativo de los acontecimientos de la vida del hombre y la sociedad, inspirado únicamente en el bien común, un ser paradigmático, un creador de valores que perduran en el tiempo, un productor de ideas que influyen y arrojan luces a la conciencia de sus semejantes, generando revolución, transformación y legado que permanece en la memoria existencial de los pueblos.

No admite discusión que la amplia bibliografía del Prof. Juan Bosch, evoca la posesión de un pensamiento y una conciencia existencial cosmopolita, doctrinal y universalista, prolífica, creativa, visionaria y versátil, iniciando con su primer libro titulado Camino Real y  siguiendo con Trujillo: causa de una tiranía sin ejemplo, De Colón a Fidel Castro, La guerra de restauración, Composición Social Dominicana, David: historia de un rey y muchos otros, además de su exquisita producción literaria de reconocimiento mundial, pero lo que tiene valor de oro molido, es la realización de una obra social y política que refrendó los valores y principios esenciales que moraban en la cumbre de su intelecto.