Rafael Capellán Costa, Carolina Ramos y Julio G. Andújar Scheker
Asesoría de la Gobernación del Banco Central.
Cuando a finales del pasado año aparecieron los primeros casos de contagio por Covid-19 en la región de Wuhan, China, nadie en el mundo imaginó que se trataba del inicio de la peor pandemia vivida por la humanidad en más de un siglo, y mucho menos se tenía idea de las proporciones que la misma alcanzaría a nivel global.
Al cinco de julio, de acuerdo con estadísticas de la prestigiosa universidad Johns Hopkins, los casos de contagio superan ya los 11.4 millones, con unos 6.2 millones de recuperados y 535 mil fallecimientos registrados a nivel mundial.
Esta grave crisis internacional de salud llevó a los distintos países a adoptar fuertes medidas de confinamiento social, lo que a su vez produjo un rápido deterioro de sus economías, afectando el empleo y causando pérdidas importantes en el ingreso de los trabajadores y de las empresas.
Esta situación condujo a los gobiernos a ampliar las redes de protección social para resguardar a los sectores más vulnerables de los efectos sanitarios y económicos de la pandemia.
Por esta razón, las economías más afectadas se han visto en la necesidad de diseñar y ejecutar planes de reapertura que, cuidando los protocolos necesarios, logren sostener sus actividades productivas, evitando el colapso de las mismas.
República Dominicana no fue la excepción a este proceso. Como en otros países de América Latina, en mayo pasado el gobierno puso en marcha su plan de reapertura en cuatro fases, permitiendo en la fase inicial el retorno gradual de un porcentaje de trabajadores a sus labores, dependiendo del tamaño de la empresa en cuestión, ya sea micro, pequeña o mediana.
Con la implementación de este plan, se inició oficialmente la desescalada del aislamiento social, proceso que fue interrumpido en su segunda fase por el aumento de los casos de contagios.
Asimismo, el estado de emergencia nacional adoptado desde mediados de marzo concluyó el pasado 27 de junio, cuando el gobierno decidió no solicitar su renovación como forma de proteger a los sectores más vulnerables de la población de los efectos económicos que generaba el toque de queda al limitar el horario de algunos negocios.
Del mismo modo, la extensión no fue posible dada las limitaciones de aprobación que enfrentaba el gobierno ante el Congreso Nacional bajo el contexto electoral en que nos encontrábamos.
Por la importancia que reviste para el futuro económico de la nación la reactivación de las actividades productivas, desde la asesoría de la Gobernación del Banco Central de la República Dominicana hemos decidido publicar este artículo sobre la reapertura económica y los retos y oportunidades que presenta al país.
Partiendo de la descripción del programa mismo de reapertura, evaluamos las oportunidades que tiene el país de retomar el crecimiento, creando las condiciones para el retorno de la inversión local y extranjera, aprovechando la percepción favorable que se tiene de nuestra economía en el exterior y las señales positivas que se observan en la economía de nuestro principal socio comercial, Estados Unidos.
Adicionalmente, se analizan los retos que enfrentaremos en este arduo proceso, resaltando la necesidad de aunar voluntades entre los sectores público y privado para reducir la incertidumbre y relanzar la economía.
Reapertura económica: El plan en cuatro fases
Como es de todos conocido, el pasado 20 de mayo se inició la primera de cuatro fases correspondientes al plan de reactivación económica diseñado por el gobierno, reintegrando a sus labores el 50 % del personal de las empresas de hasta 50 empleados y en un 25 % para las empresas que emplean más de 50 trabajadores.
Transcurridas las primeras dos semanas, el gobierno anunció el comienzo de la segunda fase, donde se permitiría a las empresas con 10 empleados o menos operar con el total de su personal, mientras que a las empresas con nóminas que oscilan entre 10 y 50 empleados se les consentiría trabajar con el 75 % de su empleomanía, y a aquellas con más de 50 empleados, se les aprobaría hasta el 50 % de sus trabajadores.
En esta segunda fase, iniciada el 3 de junio, se dio apertura además a los centros comerciales y se permitió la entrada en operaciones del transporte colectivo privado.
Aún con la permanencia del toque de queda y del estado de emergencia nacional, se observó un aumento sostenido de los casos de contagio, lo que provocó que se pospusiera el comienzo de la tercera fase del plan, pautada para el 17 de junio, donde se elevaría a 100 % el personal que podría laborar en las empresas de hasta 50 empleados y a un 75 % en aquellas con más de 50 puestos de trabajo.
Esta decisión mostró que la reactivación económica en el marco de la reapertura no estaba exenta de riesgos, y que, para completarla con efectividad, era necesario, además de la implementación de políticas públicas, el cumplimiento por parte de la población y las empresas dominicanas de los protocolos correspondientes.
De cumplir con las previsiones de lugar y lograr evitar una segunda ola de contagios, el crecimiento se iría recuperando gradualmente en la segunda mitad del año.
La importancia de las políticas públicas ha sido evidente desde el principio de la pandemia, particularmente en la implementación de un conjunto de medidas monetarias y fiscales.
Desde mediados del mes de marzo, el Banco Central adoptó un programa de flexibilización monetaria a través de la reducción de su tasa de política en 100 puntos básicos, situándola en 3.5 %, a la vez que tomó medidas de provisión de liquidez por unos RD$120,000 millones, incluyendo RD$20,000 millones para el financiamiento de los sectores construcción, turismo, exportación y manufactura.
De estas facilidades, se habían colocado al entrar el mes de julio RD$81,238 millones. Como era de esperarse, el aumento de la liquidez ha tenido un impacto positivo en el crédito privado en moneda nacional, que creció 14.6 % interanual en junio.
En adición a la provisión de liquidez en pesos, se ha puesto a disposición de las entidades financieras unos US$622 millones a través de operaciones de reporto y de reducción del encaje legal en moneda extranjera, lo que, aunado a las inyecciones de divisas realizadas por el Banco Central, ha contribuido a cubrir el descalce generado por el cierre de las actividades productivas en sectores vinculados a la generación de divisas.
Por otro lado, la política fiscal ha jugado un rol importante en moderar la caída del consumo y preservar el empleo y los salarios de los trabajadores formales mediante la implementación de los programas FASE I y II, y de los trabajadores independientes a través del programa Pa’ Ti, así como mediante la ampliación de los programas de asistencia condicionada bajo la sombrilla del programa Quédate en Casa.
A su vez, recientemente el gobierno decidió extender dichos programas hasta mediados del mes de agosto para no desamparar a la población más necesitada.
A estas decisiones de política se suma el hecho de que el pasado 1ro. de julio se inició la cuarta y última fase del plan de reactivación, dando apertura a las fronteras del país y permitiendo el ingreso de vuelos procedentes del extranjero.
Para satisfacción de todos los dominicanos, pudimos observar con regocijo la llegada de los primeros vuelos internacionales que pisaron suelo dominicano a través de Punta Cana y otros aeropuertos, lo cual no acontecía desde la clausura de las fronteras hace más de tres meses.
Con este hito, se marca el reinicio de las actividades turísticas, incluyendo la apertura de los hoteles y la eliminación de la prohibición a los restaurantes de recibir clientes de manera física en sus locales.
La percepción internacional y el comportamiento de Estados Unidos: Factores a nuestro favor
Los efectos económicos de la pandemia del COVID-19 quedan evidenciados en la reciente publicación del informe Panorama Económico Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) del Fondo Monetario Internacional (FMI).
En dicho informe, el FMI redujo sus proyecciones de crecimiento para la economía mundial en 2020 de -3.0 % en abril a -4.9 % en junio.
Asimismo, pronosticó escenarios de recesión para el mundo industrializado en el presente año, disminuyendo sus previsiones de crecimiento para Estados Unidos de América (EUA) de -5.9 % a -8.0 % y de la Zona Euro de -7.5 % a -10.2 %, en el mismo periodo de tiempo. En América Latina, la situación es aún más dramática.
El FMI pasó de proyectar una variación de -5.2 % en abril a prever una tasa de -9.4 % en junio, impulsada por fuertes recesiones en sus dos economías más grandes, Brasil (-9.1 %) y México (-10.5 %).
No obstante este panorama internacional adverso, es importante destacar que en el caso de la República Dominicana, los distintos pronósticos publicados hasta la fecha por el FMI y otros organismos multilaterales, así como por las compañías calificadoras de riesgo, sitúan el crecimiento de República Dominicana entre 0 % y -2.0 % para el presente año, reconociendo sus fuertes fundamentos macroeconómicos, el buen manejo de los efectos económicos de la pandemia y la capacidad de recuperación de su aparato productivo.
Para nadie es un secreto que esta percepción favorable a nivel internacional de la República Dominicana no es necesariamente compartida a nivel local, ya que aún persisten visiones pesimistas y poco alentadoras en el marco del actual proceso de reapertura en que se encuentra inmerso el país.
Y es precisamente por este motivo que es necesario alertar a los agentes económicos y a la opinión pública en general sobre la necesidad de revertir esas expectativas negativas, sin obviar el difícil momento que enfrentamos. Para estos fines, se requiere una simbiosis entre las políticas públicas y la actividad económica privada de manera que, como país, continuemos empujando la economía en una misma dirección, hacia la tan anhelada recuperación y la vuelta a la normalidad de nuestras actividades productivas.
Si bien estamos de acuerdo en que no existe una fórmula mágica para dejar atrás los inevitables embates que la actual crisis de salud presenta para la economía y tomando en cuenta los elementos de incertidumbre que aún prevalecen en el contexto actual, consideramos necesario reconocer, al margen de motivaciones particulares, que los esfuerzos realizados tanto en términos fiscales, como monetarios y financieros, para aliviar la carga de los hogares y empresas dominicanas, han sentado las bases para recuperar la confianza y lograr un despegue de la economía.
Entre las señales positivas que se empiezan a vislumbrar en el contexto internacional, podemos mencionar algunos datos recientes que muestran un comportamiento mejor a lo esperado en los últimos dos meses en Estados Unidos, la primera economía del mundo y el mayor receptor de nuestras exportaciones. Por ejemplo, en el mes de junio la economía de EUA creó unos 4.8 millones de empleos, disminuyendo la tasa de desempleo de 14.7 % en abril a 11.1 %.
Asimismo, cifras de indicadores líderes del último mes evidencian una mejoría en variables como el indicador de gestores de compras del sector manufacturero (PMI, por sus siglas en inglés), el índice de confianza de los consumidores y el índice de producción industrial.
Todos estos indicadores son seguidos muy de cerca por los mercados a nivel internacional, como referentes del comportamiento coyuntural de la economía estadounidense.
Tomando en cuenta la relación existente entre la economía estadounidense y la dominicana, es de esperarse que una mejoría progresiva en nuestro principal socio comercial tendría efectos positivos sobre importantes variables de la economía doméstica, tales como las remesas, las exportaciones y el turismo, que además son grandes generadores de divisas en el mercado cambiario local.
En ese sentido, datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT) muestran que, a pesar del cierre total de la actividad turística durante la pandemia, la caída acumulada de la llegada de turistas al país no difiere grandemente de lo observado en otras regiones del mundo.
Los datos revelan que la llegada de visitantes a República Dominicana se redujo en 43.4 % interanual en enero-abril, tasa menor que las caídas registradas en Europa (44,0 %) y Asia (51.0 %).
Del mismo modo y como fue señalado por el Banco Central, el flujo de remesas hacia la economía dominicana revirtió su tendencia negativa en mayo al registrar un crecimiento interanual de 17.9 %, luego de dos caídas consecutivas en marzo (-22 %) y abril (-32 %).
En contraste con esta recuperación, otras economías de la región como el Salvador y Guatemala, altamente dependientes de sus remesas, registraron caídas de 18 % y 14.1 % respectivamente en el mes de mayo. Una noticia aún más alentadora es que se prevé que al cierre de junio las remesas recibidas por la República Dominicana superarían los US$650.0 millones, lo que implicaría un crecimiento de dos dígitos con respecto al monto recibido durante junio 2019.
Reflexiones finales: ¿Qué lecciones podemos aprender de recuperaciones anteriores?
Aunque es preciso reconocer que cada episodio recesivo es diferente y sin duda la contracción causada por una pandemia como la actual es distinta a la originada por una crisis financiera o de balanza de pagos, la historia nos permite observar algunos patrones de cómo tiende a ocurrir la recuperación sectorial durante las grandes crisis que ha experimentado la economía dominicana.
Los referentes más recientes en nuestro caso son la crisis bancaria doméstica del año 2003 y la Gran Recesión de 2008.
Un estudio cuidadoso de los datos muestra que, durante ambas crisis, los sectores que registraron un mayor dinamismo en la fase inicial de recuperación fueron: Comercio, construcción, manufactura local y zonas francas. Esta realidad es una buena noticia para la economía dominicana, ya que los cuatro sectores más resilientes durante las pasadas crisis han sido los primeros que el plan de reactivación económica ha permitido operar a una alta capacidad.
De hecho, la manufactura, particularmente productora de bienes relacionados con el sector salud, alimentos, bebidas, farmacéuticas, entre otros, nunca dejó de operar. En otro orden, la construcción se relanzó con nuevo ímpetu y las informaciones preliminares apuntan a que las zonas francas ya operan en un 80 %.
En el caso particular del comercio, es importante añadir que además de estar operando ya en un alto porcentaje, es un sector que reviste una importancia especial en términos del empleo de los segmentos más vulnerables de la población, particularmente los trabajadores informales, por lo que su reactivación tiene un impacto social altamente positivo.
Otro elemento adicional es la ponderación que tienen estos cuatro sectores en nuestro producto interno bruto (PIB), representando en conjunto un 36 %, destacándose los sectores construcción, manufactura local y comercio, que representan 12 %, 10.6 % y 10.1 %, respectivamente, mientras que el sector zonas francas, a pesar de tener una menor ponderación en el producto de un 3.2 %, tiene un alto impacto en términos de generación de empleos.
Es alentador anticipar que estos sectores serían precisamente los primeros en recuperarse, lo que podría contribuir a un retorno más rápido de la economía a su senda potencial de crecimiento.
Si bien se puede argumentar que la economía dominicana tocó fondo en el segundo trimestre del año, y que lo peor del impacto de la pandemia del Covid-19 sobre el crecimiento empieza a disiparse, el éxito de la reactivación económica, tanto en nuestro país como en el resto del mundo, dependerá, como dijimos anteriormente, del cumplimiento de las medidas sanitarias y de los protocolos de distanciamiento social durante el proceso de reapertura de las actividades.
En ese sentido, debemos alertar que algunas de las economías del mundo han tenido que retornar al confinamiento por no cumplir de forma adecuada con las sugerencias indicadas por las autoridades de salud.
Adicionalmente, en la discusión económica es importante entender la necesidad de no remover las medidas de estímulo, tanto fiscales como monetarias, antes del tiempo preciso, es decir, cuando la recesión haya pasado.
Mientras dure la amenaza de recesión con sus secuelas de pérdida de empleo, caída del ingreso y aumento de la pobreza, debemos mantener vigente la receta keynesiana de una política económica expansiva que nos permita lograr un crecimiento sostenido y revertir esas condiciones que tanto afectan a los sectores de menos recursos.
Ahora bien, la efectividad de esas medidas de política económica requiere de un sector privado dinámico que juegue su rol en el relanzamiento de las actividades productivas, como lo venía haciendo durante los años de alto dinamismo de la economía dominicana antes de la irrupción del coronavirus.
Las condiciones están dadas. Es cierto que vivimos un momento de grandes retos no solo para la economía dominicana, sino también para todas las economías del globo, pero también es verdad que, en múltiples ocasiones anteriores, el ingenio y el esfuerzo humano en un marco de expectativas positivas nos ha permitido salir adelante.
Esta vez no será la excepción. Aunemos esfuerzos con nuestra mirada puesta en el futuro y lograremos con las medidas implementadas una pronta recuperación de nuestra economía, un requisito impostergable para retomar el camino del desarrollo.